viernes, 30 de agosto de 2013

ÉTICA

UN CAMBIO PARA LA ÉTICA ACTUAL



Vivimos inmersos en un proceso económico, cultural y político que se caracteriza por el impacto de las tecnologías de la información y de la comunicación en todos los ámbitos de la vida. Nos hemos acercado comunicacional mente, hemos multiplicado nuestra riqueza planetaria y nuestros recursos para un mayor bienestar. Sin embargo también se ha duplicado la pobreza y las tasas de distribución de esta riqueza reflejan una gran desigualdad entre sus poseedores, personas, países y continentes.

Además el impacto de las tecnologías está provocando un auténtico cambio epocal, ya que al crecimiento económico y tecnológico se le suma un entramado cultural y político nuevo, producto de la nueva disposición de poderes transnacionales liderados política y económicamente por EEUU.

La educación que ha sido el campo por excelencia donde se han aplicado los resultados de avances de la psicología cognitiva experimentó un descontrol por el abanico de propuestas que se estaban generando; dentro de la misma psicología algunos cognitivistas intentaron reorientar sus proyectos hacia la moral de las virtudes como fue el caso de Kholberg, “Cabe destacar que Kohlberg despreció durante mucho tiempo el ámbito de la educación del carácter por su planteamiento de «saco de virtudes», acusándole de elegir, en cierto modo arbitrariamente, virtudes de entre una gran variedad. Aristóteles (1987), algo irónicamente, aducía que la virtud principal que aportaba coherencia a las demás era el razonamiento práctico, esencialmente la capacidad de razonar correctamente


Una vez superada la infancia, el ser humano normalmente posee no sólo capacidad sensorial sino también capacidades mentales «superiores» como la conciencia de sí y la racionalidad. Además, es un ser muy social, capaz -exceptuando los casos patológicos- de amar, criar, cooperar y tener responsabilidades morales (lo que implica la capacidad de guiar sus acciones a través de principios morales e ideales). Quizás, estas capacidades mentales y sociales pueden proporcionar sólidas razones para atribuir a las personas un mayor derecho a la vida que a cualesquiera de los demás seres sensibles.
Un argumento a favor de esta conclusión es que las capacidades específicas de las personas les permiten valorar su propia vida y la de otros miembros de sus comunidades más de lo que hacen otros animales. Las personas son los únicos seres que pueden planear el futuro, y que están a menudo obsesionadas por el miedo a una muerte prematura. Quizás esto signifique que la vida de las personas vale más para sus poseedores que la de las no personas sensibles. Si es así, matar a una persona es un mal moral mayor que matar a un ser sensible que no sea persona. Pero también es posible que la ausencia de temor ante el futuro tienda a hacer que la vida sea más placentera -y tenga mayor valor- para las no personas sensibles de lo que es nuestra vida para nosotros. Así, tenemos que buscar otro fundamento del superior estatus moral que la mayoría de las personas (humanas) se atribuyen mutuamente.



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